La adolescencia es en sí una etapa de especial vulnerabilidad. La busqueda de uno mismo, la necesidad de experimentar cosas nuevas, el sentimiento de invulnerabilidad (nada malo me puede pasar), la necesidad de sentirse integrado en el grupo y la investigación inmediata de resultados son rasgos que caracterizan a los y las adolescentes, y a su vez pueden ser factores que pueden llevarlos a tener un consumo o a probar determinadas sustancias. En cualquier etapa es o puede ser problemático un solo consumo de una sustancia (dependiendo cómo) pero en esta, en la cual el cerebro está en pleno proceso de maduración, resulta más peligroso.
Es deseable la prevención de las disfunciones antes de que el posterior tratamiento que se lleva a cabo una vez aparecido el trastorno, puesto que la prevención siempre es más rentable social y económicamente.
Colegios, padres y el entorno en general juegan un papel imprescindible.